jueves, 19 de mayo de 2011

El tercer rasguño

Varios meses habían pasado ya, y algo dentro de Elisa empezaba a arder. Sentía un vacío que no lograba entender y el miedo se apoderaba de ella, lentamente... Y le dolía, le dolía sentirse así cuando creía que ya tenía todo lo que siempre había deseado: el amor de su vida. Y las preguntas, las dudas, empezaron a aparecer en su mente y a cavar en su alma, haciéndola agonizar.

miércoles, 18 de mayo de 2011

El segundo latido

Caminando por el parque, despacio, se iba girando a mirarle. Él tenía cara pensativa, andaba distraído, y ella aprovechaba su embelesamiento para observarle. Lo hacía cómo una criatura a escondidas, si él la descubría fingía mirar algo cercano a él.
La verdad era que Abel lo sabía, le gustaba mirar hacia otro lado sabiendo que ella le estaba observando, creyéndose una magnífica espía. Pero lo que más le gustaba era dirigir su mirada a la suya de golpe y su burdo intento de disimular, con esa pequeña sonrisa que se le escapaba.

La primera caricia

Se separó lentamente, alejándose, dejando atrás la humedad, recuperando la respiración.. Pero antes de terminar de inspirar sintió de nuevo esa atracción, propia de un imán, y le volvió a besar. Suave, cálido... Después de cada beso pensaba que nunca se cansaría de eso: de sentir sus manos en las mejillas, de sus labios cálidos. Adoraba los besos lentos, eternos, hacían que perdiera la cabeza, sentía vértigo, un leve mareo que la desconcertaba unos instantes y después la situaba de nuevo con los pies en la Tierra.
Le miró a los ojos y se perdió un momento, imaginando paisajes infinitos de ese verde oscuro mezclado con ramas de color chocolate, los dos tumbados en el prado, mirando al cielo y acariciándose el pelo.
- Eres preciosa.
Sintió cómo su cara enrojecía y las palabras se quedaban atascadas en su garganta.
Él sonrió cerrando los ojos, y Elisa acarició uno de sus párpados con la punta de los dedos, lentamente, y le volvió a besar.