Caminando por el parque, despacio, se iba girando a mirarle. Él tenía cara pensativa, andaba distraído, y ella aprovechaba su embelesamiento para observarle. Lo hacía cómo una criatura a escondidas, si él la descubría fingía mirar algo cercano a él.
La verdad era que Abel lo sabía, le gustaba mirar hacia otro lado sabiendo que ella le estaba observando, creyéndose una magnífica espía. Pero lo que más le gustaba era dirigir su mirada a la suya de golpe y su burdo intento de disimular, con esa pequeña sonrisa que se le escapaba.
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