Se separó lentamente, alejándose, dejando atrás la humedad, recuperando la respiración.. Pero antes de terminar de inspirar sintió de nuevo esa atracción, propia de un imán, y le volvió a besar. Suave, cálido... Después de cada beso pensaba que nunca se cansaría de eso: de sentir sus manos en las mejillas, de sus labios cálidos. Adoraba los besos lentos, eternos, hacían que perdiera la cabeza, sentía vértigo, un leve mareo que la desconcertaba unos instantes y después la situaba de nuevo con los pies en la Tierra.
Le miró a los ojos y se perdió un momento, imaginando paisajes infinitos de ese verde oscuro mezclado con ramas de color chocolate, los dos tumbados en el prado, mirando al cielo y acariciándose el pelo.
- Eres preciosa.
Sintió cómo su cara enrojecía y las palabras se quedaban atascadas en su garganta.
Él sonrió cerrando los ojos, y Elisa acarició uno de sus párpados con la punta de los dedos, lentamente, y le volvió a besar.
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